Toda la vida estamos cuestionándonos cosas muy simples y tenemos que enfrentarnos con respuestas que no nos gustan. Respuestas incompletas, en ocasiones incorrectas o a veces tan negativas que preferimos olvidar hasta qué rayos preguntamos.
La inconformidad ante las respuestas me han llevado a crear nuevas preguntas, como dice el dicho, la misma gata pero revolcada, que es exactamente el preguntar una y otra vez lo mismo pero de diferente manera. O en el peor de los casos, dejar de preguntar, que según yo, sería mas sencillo que recibir la respuesta no deseada.
No puedo comprender cómo es que tenemos que aceptar algo con lo cual no estamos de acuerdo, si la respuesta es porque así debe ser, definitivamente no estoy conforme, quiero encontrar el sentido a algo que según yo, puede tener una respuesta diferente.
Cuando me preguntan algo y no les gusta mi respuesta, simplemente tienen que darse media vuelta y hacer lo que mejor les parezca.
Pero en mi caso, el haber preguntado a quien no debía, y peor aún, haber escuchado la respuesta y acatarla, me llevó a una amarga decepción, me deprimí y a final de cuentas entendí, tarde ya, que la respuesta la tenía yo, solo que no quise verla, me dio miedo entenderla y llevarla a cabo. Ahora viviré con la consecuencia de no saber preguntar, no preguntar a la persona correcta o preguntar algo que debí meditar yo sola.
Pero no todo es un error, las cosas suceden por una razón, y no me quedaré sentada lamentando una decisión que quizás es la correcta y no la he querido ver así.
Y no todas las respuestas a mis preguntas se me van a responder en el momento de preguntar, ahora comprendo que la paciencia y la esperanza son dos virtudes que tengo que desarrollar y aguantar lo necesario a que las respuestas de mis interrogantes se den en el momento que esté lista para recibirlas.
No importa cuánto tiempo tenga que esperar, algún día llegará la respuesta que deseo...
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