Siempre que muere un niño decimos que ahora es un ángel que está en el cielo. Los niños son ángeles que habitan la tierra y rondan entre nosotros sin que nos demos cuenta que son los que traen la alegría a nuestros corazones cuando sentimos que algo se nos rompe dentro. Son ellos quienes nos enseñan que aunque te caigas y llores, no debes abandonar el juego, porque te estabas divirtiendo. Nos demuestran que aunque tengan deficiencias físicas, no hay razón para dejar de sonreír y vivir.
Cuando el dolor les aqueja sufren y aunque nos preocupamos, ellos confían más en el doctor y en que todo va a salir bien.
Disfrutar a un hijo desde el momento de su nacimiento hasta que uno de los dos deje de existir, es el tiempo mejor invertido.
Son los mejores maestros para ayudarnos a ver la vida de la mejor manera, reír sin parar, amar sin discriminar, besar sin importar a quién, y perdonar sin dejar pasar tanto tiempo para hacerlo.
Estos angelitos que Dios ha escogido como compañía de nuestra vida son el regalo más preciado, y aunque algunos ya no estén entre nosotros han dejado el aprendizaje, depende de nosotros aprender de ellos lo que nos vinieron a enseñar.
Zoe: Fortaleza, grandeza, tenacidad, amor... Dios te mandó a la tierra a darle una gran lección a tu papi... nunca desistir!!!
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